Hay un cortijo cerca de Quéntar conocido como Cortijo Prado Montero.
Justo al lado del mismo hay un pequeño nacimiento de agua, abundante
vegetación, albercas y una pequeña cruz, allí se indica que el lugar
pertenece a la Virgen de los Agricultores, la cual bendice desde ese
humilde enclave todo el valle que se abre a sus pies. Pero como si de un
cuento de Machen o de W.H. Hodgson se tratase puede adivinarse en este
paraje que su actual moradora no es sino la última de otros muchos
seres que en algún pasado remoto debieron habitar el lugar, esto es
algo común en estas tierras me diréis, y así es, pero en pocos sitios,
en pocos parajes es tan evidente esto: que las fuerzas de la naturaleza
alguna vez se congregaron bajo los sauces, que las ninfas y los faunos
jugaron con el agua del arroyo, que los manes descansaron a la sombra de
los cipreses y sobre todo, y esto es lo mas oscuro y terrible para
nuestro pensamiento, que estas divinidades y los cultos asociados a
ellas, no huyeron tan pronto como la fe en ellos desapareció, sino que
por razones que nos son desconocidas, en este lugar más que en otros,
han sido capaces estos seres de hacerse presentes hasta fechas muy
recientes: numerosas son las historias de extrañas visiones asociadas a
este lugar, extrañas desapariciones y dantescos sonidos escuchados en
mitad de la noche. Dicen en el lugar que no siempre los ruegos por la
fertilidad de la tierra exigían inocentes oraciones y piadosos ruegos,
hubo tiempos en los que la tierra, no despojada aún de su fuerza
primigenia, nos exigía algo más a cambio de sus riquezas...
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