No es este lugar para tratar las razones técnicas y geográficas por las
que incluso en verano es posible ver las cimas del Valle de Lecrín y la
Sierra de Lújar preñadas de nieblas y brumas. Es más interesante hablar
en cambio de una nube en concreto, de una nube serpenteante que todos
los años baja de las montañas, lenta e inexorablemente hacia su cubil en
el llano, cerca del río. Esta nube no es una nube cualquiera, se trata
de la Nube del Dragón, como es conocida popularmente
por los habitantes de los pueblos de la zona, y como debió de ser
conocida en las lenguas olvidadas de la antigüedad. Hoy en día la nube
ya no aterroriza a nadie en el Valle, incluso cuentan los mas ancianos
que cada año el perfil draconiano de esta es menos evidente, pero a raíz
de las pocas representaciones que se han conservado de las culturas
primitivas de la zona es posible pensar que el Dragón debió de haber
sido el centro de oscuros cultos de los que apenas sabemos nada. Quizás
solo el río, ese al cual va a desembocar la nube para una vez allí
desparecer, tenga algo mas que contarnos sobre su morador. El río del
que hablamos es el Guadalfeo, también llamado río de la Sierpe.
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