Paso a reproducir el texto que encontré plegado mientras consultaba
la edición más antigua que se conserva del libro de Manuel Fernández y
González, en el cual aparece citado el Panderete de las Brujas:
''A las tres semanas de la rendición de Granada, una vez que la
situación se había calmado entre la morisma, decidimos salir a buscar
algún tesoro que los más nobles entre los granadinos hubieran podido
haber escondido en las cercanías de la ciudad. Con este ánimo nos
dirigimos al pago que los moros llamaban Dínadmar o Aynadamar, varias
horas estuvimos buscando entre los huertos y albercas que había en este
lugar hasta que cansados por el esfuerzo y desanimados por lo
infructuoso del trabajo nos subimos a una especie de cerro plano que
coronaba el lugar con la intención de otear mejor desde allí los
alrededores en busca de nuevos destinos, el sitio era yermo pese a que
en el entorno había agua en abundancia, las plantas crecían mustias y la
tierra, de un rojo provechoso en el resto del pago era aquí grisácea,
como si muchos incendios hubieran ocurrido en este lugar sin que nunca
acabara de recuperarse del todo.
Al rato uno de los hombres que
tenia encomendado el patrullar el cerro vino a nosotros con gran cuita y
lamentándose de la mala fortuna y de la codicia que nos habían traído a
aquel lugar. Pronto descubrimos lo que angustiaba al soldado: en la
parte más alta del cerro encontramos una serie de piedras que formaban
un gigantesco circulo coincidiendo con los limites de la meseta que
coronaba el cerro, grabadas en las piedras se observaban letras
demoníacas e imágenes malignas y blasfemas, un abominable sacrilegio se
había llevado a cabo en ese lugar hacia no muchas noches, por todo el
sitio seguimos encontrando las huellas del ritual que había mancillado
con el mal aquel paraje. Asustados por lo que habíamos visto bajamos con
gran prisa a Granada y una vez allí contamos el relato de lo que nos
había ocurrido.
Poco tiempo después supimos de boca de los moros
de la ciudad que aquel sitio era para ellos un monte prohibido y que lo
rehusaban siempre. Inexplicablemente, por lo que pudimos saber, sus
reyes habían estado siempre en buen término con una secta maligna que
había llegado a la ciudad procedente de algún lugar remoto; desoyendo
la opinión de sus sabios y religiosos de acabar con esa secta los reyes
visitaban el cerro en ocasiones y hacían donativos a estas mujeres,
mientras que el pueblo las acusaba de los mas crueles crimines y de la
idolatría mas execrable. Justo cuando las actividades de estas brujas
era más importante y osada las tropas cristianas entraron en la ciudad y
lo último que se sabe de aquellas es que abandonaron por la noche su
guarida, no sin antes proferir dañinas maldiciones sobre la ciudad y sus
habitantes.
La Inquisición acabó por mandar purgar el lugar,
pero es bien sabido que tal orden no se llevó a cabo exhaustivamente,
tal era el miedo y el mal que se desprendía de aquel santuario
diabólico. Este monte paso a ser conocido como el Panderete de las
Brujas, por la forma del cerro y las cosas que se han relatado que
ocurrían en su cima''
Anónimo siglo XV.
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