viernes, 6 de mayo de 2016

De Garcilaso, Granada y Colón

Hoy veintitrés de abril de 2016 se celebra el día del libro, hoy hace cuatrocientos años de la muerte en Madrid de Miguel Cervantes (realmente murió tal día como el de ayer, un veintidós de abril), de William Shakespeare en Stratford (un tres de mayo en nuestro calendario gregoriano) y el menos nombrado Inca Garcilaso de la Vega en Córdoba (este sí más probable un 23 de abril de 1616) del que recuerdo alguna de sus crónicas contenidas en Comentarios Reales de los Incas sobre cómo se descubrió el Nuevo Mundo.

Hace una semana paseaba por los alrededores de la ermita de San Sebastián de Granada, uno de los mas claros ejemplos de morabito de época almohade de la Península ibérica y lugar en el que tradicionalmente se considera que fue el escenario en el que Boabdil “El Rey Chico” entregaba las llaves de la ciudad de Granada a Fernando II de Aragón “El Católico”, una escena que muchos tendréis pintada al óleo en vuestra memoria por el cuadro de Francisco Pradilla. Poco después, a la sombra de un gran álamo de la extensa ribera del río Genil se ofició la primera misa de la nueva era católica. Era un viernes dos de enero de 1492 y hacía un par de semanas que había llegado al campamento de Santa Fe un genovés de enigmático pasado, trágica historia y aspiraciones truncadas a la espera de una promesa que se materializó un diecisiete de abril. Con las Capitulaciones consiguió los títulos de Almirante y Virrey […] " de lo que ha descubierto en las mares oçéanas y del viage que agora, con el ayuda de Dios, ha de fazer por ellas en servicio de vuestras altezas" […].

Pero volviendo al día que nos ocupa, y haciendo mención al cuarto centenario de la muerte de uno de los celebrados hoy, el Inca Garcilaso de la Vega escribía en el capítulo III de sus Comentarios Reales de los Incas:

“A Castilla y a León,
Nuevo Mundo dio Colón”

En el mismo capítulo da nombre y lugar al rumor que empezó a correr entre los marineros al poco de volver Colón de su primer viaje a las Indias: Alonso Sánchez de la villa de Huelva, el piloto desconocido.

Ya era famoso el llamado piloto anónimo, era una de esas historias con olor a salitre que se cuentan los marineros en las largas jornadas en alta mar, en los fugaces encuentros en los muelles de carga o en las interminables esperas en las cantinas portuarias y que finalmente acababan aposentándose en las villas marineras de uno y otro lado del Atlántico. Garcilaso fue uno más de los que desde niño, allá en el Perú, oía estos comentarios de taberna que llevaban hacía mas de cien años, antes de los pleitos colombinos, corriendo de boca en boca por los puertos del Viejo y el Nuevo Mundo. Gonzalo Fernández de Oviedo, Fray Bartolomé de las Casas, López de Gomara, José de Acosta… cada uno aportaba un dato nuevo sobre el piloto anónimo pero fue el Inca Garcilaso el que nos contó la historia de Alonso Sánchez de Huelva, un comerciante que con su nao hacía el comercio triangular entre las Canarias, Madeira y el continente, que un día de 1484 un temporal lo arrastró a él y su tripulación durante veintinueve días hasta tierras desconocidas. Tras hacer las reparaciones pertinentes y reponer suministros embarcaron de nuevo con la intención de regresar de la misma forma que llegaron, sin conocimiento. Así la vuelta les llevó mas tiempo del que esperaban, faltándoles provisiones y haciendo mella en ellos enfermedades de alta mar como el escorbuto. Según Garcilaso, de los diecisiete hombres que partieron de España sólo cinco llegaron a la isla de Terceira, dónde sitúa en ese momento al futuro Almirante de la Mar Océana Cristóbal Colón. Otros lo sitúan en esos años en la isla de Porto Santo en Madeira dónde vivía con su esposa Felipa Moniz, hija del gobernador de la mencionada isla. Otros por contra, lo ubican en la isla canaria de La Gomera tradición que nos ha llegado a través de un bonito romance de siglo XVI que confirman, aún más, las habladurías que recalaban en cada puerto.

Sea como fuere el maltrecho Alonso relató los avatares de su periplo a Cristóbal Colón, a qué latitud fue, a que latitud regresó, los vientos que lo hicieron posible y el tiempo que empleó. Poco después el marino muy mermado por los meses de escasez fue devorado por la enfermedad y murió. Durante los siguientes ocho o nueve años, Colón releyó a los clásicos y recabó nuevos datos náuticos llegando a la conclusión de que la tierra descrita por el marinero extraviado que un día arribó a las costas de su pequeña isla atlántica, no era otra que la isla de Cipango mencionada por Marco Polo y defendida por Toscanelli, allá en el extremo de las Indias Orientales. Con dicha convicción buscó una fortuna que le financiara su certero viaje hacia las Indias. Tras varios y conocidos fracasos finalmente la reina Isabel I de Castilla “la Católica” lo emplazó para después de la guerra de Granada, hecho consumado un dos de enero de 1492 y rubricado un diecisiete de abril con el encabezamiento "de lo que ha descubierto"… Y el resto ya es historia conocida por todos.




En los jardines del Generalife queda una placa escondida entre hiedras y glicinias recordando al Inca Garcilaso (foto original)


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