domingo, 27 de marzo de 2016

El Pozo Airón I


''¡Con qué lentitud circulan y se propagan en España las noticias y verdades útiles! En el año de 1778 el Ayuntamiento de esta cuidad había despreciado los clamores de algunos vecinos sobre que se abriese el Pozo-Airón para contener los terremotos, fundados en la opinión de haberlo construido los moros para este fin.''

Expediente sobre la excavación del Pozo-Airón con motivo de los
terremotos del año de 1789.

Excavado por los moros, pero nosotros sabemos ya que el nombre de Airón nos lleva a épocas anteriores. Para evitar terremotos, pero ya se encargaron las cabezas de los granadinos ilustrados de la época en considerar tal hecho como una superchería más de las que pululaban con inusitado vigor en los albores del tiempo de la Razón y la Ciencia.

La cuestión es que el pozo existe, cegado gracias a una de esas escasas ocasiones en las cuales la Razón consigue imponerse, en una época convulsa, a las prescripciones del pensamiento fantástico. Cegado sí, pero visible a todos los que han leído las contadas ocasiones en las cuales nuestro pozo aparece en las fuentes escritas, y aún más que visible, endiabladamente locuaz cuando son las otras fuentes, las que un día como el pozo Airón fueron cegadas por una Razón en abierta ofensiva contra el mundo mágico, sobre cuyas páginas se han posado los ojos del investigador terrible.

Esas otras fuentes escritas serán a partir de ahora las que nos guíen en el conocimiento de las causas y extraños sucesos que tienen al pozo por objeto. Allí, como decíamos, en esos malditos papeles de los que somos por azar custodios y esclavos, el pozo nos habla con soltura a través de su brocal cegado de una persistente manía de lo malvado por tomar esa profundidad como punto de reunión. Bajemos pues a los sótanos de Granada para conocer a sus habitantes.

Fotografías: Calle Postigo de la Cuna, la cual da acceso a la plazuela donde se encuentra el pozo // Edificios que rodean la plaza.





El Pozo Airón

Entre las dos grandes calles históricas de Granada, la de época musulmana: Calle Elvira, y la que es el símbolo de la ciudad burguesa: Gran Vía, hay una pequeña callejuela que va a dar a una plaza sin salida. Esta plaza está en la trasera de la famosa Casa Cuna, que a su vez se encontraba en su día enfrente de las Casas de la Inquisición; otro lugar cercano que cabe la pena recordar es la Casa de las Tumbas, donde se encuentra un antiguo baño árabe prácticamente desconocido para la mayoría de los granadinos.

Pues bien, tenemos que en esa pequeña plaza, totalmente oculta a los transeúntes que van de Gran Vía a Elvira, existe un pequeño brocal de pozo cegado, ese pozo que apenas se adivina entre el suelo de la plaza es uno de los más antiguos orificios por los que las entrañas de la tierra daban a los primeros pobladores de esta tierra una idea de lo terrible e ignoto que era para ellos el mundo que existía bajo sus pies. El pozo del que hablamos no es un pozo cualquiera, por las fuentes escritas y las historias que más adelante os contaremos podemos darle a ese pozo un nombre, el de pozo Airón. Airón, como el dios de los pueblos prerromanos encargado de custodiar las aguas subterráneas y el inframundo.

Hasta aquí esta pequeña introducción, quedaos con este sitio y el nombre de ese pozo, porque pronto los amarillentos documentos que hemos podido consultar nos habrán de contar las maravillas pero también las funestas crueldades que en torno a esa plaza se han dado cita, y lo más sombrío de todo: los silencios, los ubicuos y lacerantes silencios con que nos vemos siempre obligados a cerrar la mayoría de nuestras indagaciones.






Ad Fugandas Infidelium Tenebras



En base al logo creado por http://filochapas.deviantart.com/art/Miskatonic-University-Black-504150993, añadiendo el lema de la fundación de la Universidad de Granada de 1531 (Ad Fugandas Infidelium Tenebras, es decir, para disipar las tinieblas - la época oscura de superstición medieval - de los infieles, y la estrella del Sacromonte)


Primavera


Con la llegada de la primavera, no sólo la tierra vuelve a la vida. También los seres que en ella dormitaban. Florentia Iliberritana, la "Florencia" o "Granada la Florida" de íberos y romanos, se cubrirá de luz y colores. Pero cuando caiga el sol, estad atentos a las miradas y sombras que de nuevo llenarán desde sus rincones más ocultos... hasta las calles más transitadas.



(Mascarón barroco de la Catedral)

Cortijo Árabe


LOS QUE ESCUCHAN

¿No hay nadie ahí?, gritó el Viajero, golpeando
La puerta iluminada por el claro de luna;
Mordisqueaba el caballo, en el silencio, el pasto
De la tierra del bosque recubierta de helechos;
Y un pájaro de pronto voló desde la torre
Por sobre la cabeza del Viajero… De nuevo,
Una segunda vez, golpeó a la puerta. “¿Hay alguien
Ahí?”, dijo. Mas nadie descendió hasta el Viajero;
No se asomó ninguna cabeza entre el follaje
Que enmarcaba el alféizar a ver sus ojos grises.
Se quedó en el umbral, inmóvil y perplejo.
Sólo una hueste, entonces, de oyentes espectrales
Que moraba en la casa solitaria del bosque
Permaneció escuchando en la quietud lunar
A esa voz que llegaba del mundo de los hombres;
Y al oírla apretaban los pálidos destellos
De la luna en la oscura escalera que baja
Al desierto vestíbulo, absortos en el aire
Trémulo y conmovido por la voz del Viajero
Solitario. En su pecho él sintió su extrañeza,
La quietud de esos seres que a su ronco llamado
Respondía. El caballo se movía, paciendo
En la hierba sombría, debajo del gran cielo
Entretejido de hojas y de estrellas calladas.
Por eso repentinamente batió la puerta
Con más potencia aún, y alzando la cabeza
Entonces exclamó: “Decidles que he venido
Y nadie respondió; que cumplí mi palabra.”
Ni un leve movimiento hicieron los oyentes,
Aunque cada palabra que el hombre pronunciaba
Resonaba por ecos a través de las sombras
De la casa en silencio, largos ecos del solo
Hombre que en esa noche aún quedaba despierto:
Ellos oyeron, ¡ay!, su pie sobre el estribo
Y el restallar del hierro por la senda de piedra,
Y cómo renacía suavemente el silencio
Cuando el ruido de cascos se extinguía en la hierba.

Walter de la Mare



Camino Medieval


Por este camino, que conecta la Alhambra y el Generalife cruzando por la Cuesta de los Chinos, los reyes nazaritas podían moverse de un palacio a otro de una forma discreta e intima, a lo largo del camino hay falsas puertas que daban a las huertas que se encuentran a ambos lados de este, estas puertas servían para despistar a algún supuesto perseguidor. Todo el recorrido es un espacio estrecho, flanqueado por altos muros y suelo empedrado. El Camino Medieval, a pesar de algunas restauraciones, es uno de los espacios mas singulares y extraños de toda la Alhambra y cercanías, y un total desconocido.

Desde Weird Tale seguimos andando los caminos por los que las historias y relatos granadinos más extraños nos conducen. Pronto retomaremos los relatos pendientes y nos ocuparemos otros nuevos. ¡Estáis avisados!



El Viento de la Sierra II


¡Tambores rudos y graves cuernos! Y viento, siempre el viento, a veces gemido y otras rugiendo mientras subía por la Laguna de la Mosca hasta la atalaya de piedra y laja donde me encontraba.

Y siempre después del poderoso soplido la temida calma, y aquellos sonidos, cada vez más potentes y más terribles: se oían cánticos y palabras timbradas por lenguas de fuego y exhaladas por pulmones encharcados. Cada vez mayores eran las pausas y más tiempo pasaba desde que el viento las hacia callar. Yo me desesperaba entonces, como si fuera la ventolera, la respiración del ser más querido que veía desvanecerse y perder fuelle.

En aquel instante debí de perder la cordura.

Recuerdo que al poco de notar como el viento comenzaba a amainar una pena abrumadora se apoderó de mi, y de aquel sufrimiento que debió traer esa marea infernal supongo que provendrán las historias propias de un enajenado que relate a los montañeros que me rescataron al día siguiente.

Según me han contado, puesto que no recuerdo ya nada, me encontraron brincando por las cercanías de la Laguna de la Mosca mientras simulaba ser una cabra, de las pocas frases coherentes de las que pudieron extraer algún sentido contaron los montañeros que no paraba de repetir y loar el nombre de Mahmmud, a Mahmmud el Macho Cabrío y rey de los vientos de la Sierra.

Por lo que he podido saber después, algunas leyendas de los pastores serranos hablan de ciertos días en los que se puede escuchar como el viento trae a las laderas donde están los rebaños sonidos de músicas antiguas, y que entonces es normal ver como las cabras enloquecen y algunas se escapan brincando a lo más profundo de la Sierra para no volver jamás.

Todavía hoy, cuando sopla el viento, puedo sentir algo de esa pena tan salvaje que se apoderó de mi aquel día, y mi mirada siempre me lleva a la montaña donde el Gran Mahmmud reúne a las cabras para bailar y cantar los bailes prohibidos de tiempos remotos.



El Viento de la Sierra I


Hay pocas cosas en la sierra: soledad, cabras, rocas y viento; y a veces nieve, pero aquella tarde de junio lo único que había era escarcha en las umbrías. En eso pensaba yo mientras subía solitario a la loma más cercana al refugio donde tenía pensado pasar la noche. Aullaba una ventolera de mil demonios, de esas que esperas que acompañe al sonido de las ramas crujiendo y de los toldos moviéndose, pero allí no había nada de aquello, por eso soplaba y soplaba el viento, intentando que algo le hiciera caso entre tanta aspereza. Nada.

Nada hasta el punto que pensé yo mismo con pena en lo triste que era ser viento en esta montaña tan orgullosa. Seguí allí unos minutos más, esperando a que el frío me entrara hasta los huesos para que el lúgubre refugio me pareciese mas acogedor, yo estaba concentrado únicamente en el viento, en lo maravillosa que era su tenacidad. Los minutos pasaban y cada vez más podía notar los matices sonoros de este: silbaba, rugía, se desgañitaba como una orquesta fantasmal en aquel anfiteatro natural de las montañas. Y seguía...

No se si fue la sugestión que tanta soledad alborotada causo en mi ánimo, acostumbrado como estaba a la soledad triste de la vida en la ciudad, pero al pasar de los minutos, ¿cuantos llevaba yo allí?, al pasar de los minutos digo, pude notar como entre las pausas que hacia aquel infierno acústico, otra música, aún mas terrible que la producida por el proceloso respirar de las cumbres, se podía advertir cada vez más clara: eran tambores, tambores rudos y graves cuernos que soplaban cuando se callaba por un momento el sonido del viento.



El Agua de Granada

A veces ocurre que el sonido del agua de las fuentes salta las tapias de los cármenes, y que la humedad de las acequias transgrede muy lejos por el llano, y que las lágrimas resbalan profundas por las mejillas hasta el pecho, y las nieves palidecen el horizonte mas allá de las montañas. A veces la humedad se mueve como si tuviera las patas de un gato y fuese capaz de escabullirse por los infinitos pozos y aljibes de la ciudad, llevada por arte de magia de un lado a otro. Las traviesas gotas del agua de Granada parecen moverse como si fueran la montura de un ser fantástico:

''Y como las hadas tienen un gusto exquisito, aconteció que muchas dejaron los jardines de Alejandría y las amenas riberas de la soberbia Stambul, para venir a fijarse en los valles granadinos y tomar posesión de sus pintorescos y bellísimos cármenes y fuentes...''

Leyenda de la Fuente Misteriosa, de Afán de Ribera.

Foto: Carmen de la Victoria

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