domingo, 29 de noviembre de 2015

domingo, 22 de noviembre de 2015

Empedrado Granadino en Cartuja


Antiguo empedrado en Cartuja. Motivos ganaderos y cinegéticos. (Fotos hechas con el móvil), la recomendación es que vayáis para verlos en persona.


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Cumbres Borrascosas

''Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía." 

Hamlet - W.Shakespeare

Y en esto se resume nuestra tarea, rebuscar entre el cielo y la tierra, contar esas cosas que no sospechamos.


Cortijada cerca de Monachil



Olivo de las Ánimas




Pinos del Valle. Granada



El Golem III



Cuando el barrio judío despertó por la mañana se encontró con la noticia: tres de los más respetados y sabios miembros de la comunidad habían desaparecido. Cuando los encontraron por la tarde el horror se extendió por toda Granada: Cábala negra, brujería, los antiguos espíritus del Mauror se habían vuelto a despertar...Todo eso se podía oír por la Alcaicería y las callejuelas de la ciudad. Los tres ancianos habían sido hallados en una de las cuevas de la colina que hace tiempo se creían selladas; estaban de pie, como inmóviles, con los ojos abiertos y con pulso: estatuas con pulso. Esa noche nadie durmió en toda la ciudad; en la judería...en la judería todos callaban, todos sabían, al menos en parte, que el Nombre de Dios andaba cerca, que alguien había osado convocar la magia más poderosa de todas, la de la vida. Se podía oler en el aire la indecisión, ningún judío en muchas generaciones había convivido con el Golem, pero en todos los corazones latía la tensión de saber que algo estaba sucediendo, un gigantesco ''algo'' desconocido y tan antiguo como la creación. Esa noche se hizo el amor en muchas casas, en todas fue un acto vació y monótono: la vida del Autómata empezaba ya a devorar sentidos y lógicas.

Saúl estaba enterado, había pasado la noche en la casa de su prometida y había oído de la boca de los padres de ella todo lo que se contaba en la ciudad. De hecho tan solo necesitaba una confirmación a su inefable miedo, necesitaba poner imagen a este, aunque fuera en forma de cuchicheos y murmullos caóticos. Se fue a la cama temprano, había un amigo suyo, alguien que conocía muy bien las cuevas, lo que esconden y lo que escupen a la noche cuando la oscuridad de sus huecos se condensa lo suficiente como para crear sombras con la voluntad necesaria para querer salir y probar el frío empedrado de las calles granadinas...Mañana iría a hablar con el.

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Sigrid Rødli illustration for Gustav Meyrink's The Golem (1914).



domingo, 8 de noviembre de 2015

El Golem II


Decíamos sobre el Golem que llegó oculto en un libro: apenas unas cuantas páginas y un puñado de palabras en árabe y en hebreo. Le acompañaba un pequeña bolsa llena de arena de Israel. A media noche ya se había consumado la creación, tan solo un ser más sobre el planeta, uno de los tantos miles que nacerían esa noche, solo que el Autómata no nació, el Autómata fue creado por hombres, por verbos e ideas. La cueva del Mauror fue su útero y unos viejos magos sus padres. Su llanto, el de los miles de corazones en Granada que aquella noche, sin saberlo, olvidaron antiguos amigos, nuevos amores y eternas esperanzas: para la creación del Golem infinitos futuros y posibilidades fueron sacrificados y ya nunca podrían llegar ser; el Autómata salió de la cueva para perderse por las calles de la judería...

Lejos de allí, pero en ese mismo instante, otro libro: un batiburrillo de sonidos, risas y el crepitar de una lumbre. Saúl había reunido a sus amigos en un monte cercano a Granada donde hoy día encontramos la abadía del Sacromonte, les contaba historias y fantasías, una escena igual se estaría repitiendo en tantas otras ciudades. Pero las historias de Saúl no eran disipadas por el aire, sus fantasías se pegaban al tejido de la realidad. Saúl creaba, las historias de aquel joven nacían al mundo para habitarlo y llenarlo de nuevas posibilidades.


Era noche cerrada y solo iluminaban la luna y las antorchas de los soldados que hacían guardia en la alcazaba a lo lejos, sus amigos se habían ido pero Saúl pensaba en lo que había sentido hace apenas unas horas. Lo mejor seria ir a investigar a la judería.


Fotografía: Mazmorras en el Carmen de los Catalanes, donde la leyenda sitúa el nacimiento del Golem.


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martes, 3 de noviembre de 2015

Las Agujas de Dílar II

El Cromlech de Dílar II

Allá por el 1851 un pequeño pueblo de nuestra tierra vivió unos días de auténtico pavor. Hace tiempo os hablábamos sobre la excepcionalidad histórica y arqueológica del cromlech que hubo en Dílar, puesto que es algo totalmente inusual en estas tierras. Desconcierta saber que su existencia fue sorprendentemente efímera, ya que se destruyó al poco de su hallazgo y su recuerdo prácticamente se ha perdido: quién pregunta o busca más información se acaba topando con una cortina de silencio.

Como decíamos, este cromlech era en realidad un conjunto de tres círculos de piedras megalíticos, si acaso parecidos a Stonehenge excepto por sus menores dimensiones y por custodiar las almas de guerreros antiguos, bajo el túmulo que delimitaban sus menhires. Hoy, algunos arqueólogos lo conocen sin darle excesiva importancia: unos vestigios más destruidos por el tiempo, cuyo dólmen más importante han reconstruido parcialmente en el Parque de las Ciencias de Granada. Allí podéis visitar esta copia, en la que por supuesto no queda rastro alguno del terror que aquellos túmulos encantados inspiraron a toda la gente que los vieron con sus propios ojos.

En aquellos años de pobreza del s.XIX un cazador empeñado en sacar a su presa de una madriguera sintió como el suelo se hundía bajo sus pies. Cayó en una cámara subterránea largo tiempo olvidada, que protegía los huesos de antiguos caudillos que rápidamente apartó sin cuidado, pues el cazador sólo se fijó en los restos de oro y bronce, cuya extraña decoración atrajo su mirada. Y cautivó su alma.

Su avaricia no pasó desapercibida. Como en todos los pueblos, la noticia corrió como la pólvora: los más jóvenes del país se dirigieron hacia la lúgubre explanada de los Toriles, antesala de la sobrecogedora Boca del Río Dílar, que se encuentra protegida por dos imponentes moles afiladas que la siguen flanqueando. Iban a por riquezas, cavando de día y atreviéndose a dormir allí de noche. Pero lo que allí hallaron no era lo que buscaban.

Lo único que sabemos es que, a los pocos días, las ruinas fueron destruidas y las rocas arrancadas del suelo y dispersadas, como queriendo borrar su existencia. Lo que sucedió allí, si es que alguien lo sigue recordando, debe sobrevivir en la memoria de los más mayores del lugar: de aquellos pocos a los que sus padres se atrevieron a contárselo, movidos por el temor y la desesperación de ver desaparecer a sus hijos. Los que presenciaron aquellos días, vieron con sus ojos y sintieron en su corazón lo que le sucedió a aquellos que cavaron cegados por la codicia en un lugar silenciosamente protegido.

Sólo nos queda el relato de un erudito, don Manuel de Góngora y Martínez, que en 1868 nos legó testimonio de que "el monumento en cuestion era un dólmen complicado de nueve metros de largo... Sobre él se elevó un montículo de tierra, cuyo diámetro mide veinte y tres metros, y le limitaron con círculo de piedras clavadas en el suelo que, por punto general tienen ochenta centímetros de longitud...". Se hallaron otros dos túmulos con cromlech, de más de 15 y 18 metros de diámetro, y que llegaron a tener más de tres metros de alto.

Aunque don Manuel no fue testigo ocular de aquello, supo que las gentes de allí creían en cosas inverosímiles. Decía textualmente: "...me refiero á los monumentos formados de grandes piedras sin labrar, atribuidas por el vulgo á los gigantes ó á los encantadores, por los eruditos a los celtas,..."

Su amigo, el artista Martín Rico, dejó un testimonio mucho más inquietante en su cuadro, que a continuación reproducimos. En él se ven los Alayos entre nieblas, evocando las brumas del pasado; los tres círculos de las agujas de Dílar -así las llamaron los lugareños-, que medían en torno a un metro de alto, y dominando la escena desde la esquina superior de la pintura, el Veleta imperante.

 Los tres misteriosos Cromlech de Dílar (pintura de Martín Rico)
  
Hay una vieja leyenda irlandesa, relatada en un cuento del argentino Enrique Anderson Imbert, La Peste, que podría ilustrarnos sobre el horror vivido aquellos días en que unos espíritus en letargo fueron despertados para abandonar sus hogares bajo tierra y recordarles a los vivos que seguían existiendo. Robarles sus tesoros era arrebatarles la vida, y la defenderían como sólo ellos saben hacer: helando los corazones, erizando los cabellos, enloqueciendo las mentes.

"El primer signo de que las hadas de Irlanda estaban debilitándose enfermándose, muriéndose, lo notaron los hombres de Sligo. En una localidad llamada Rosses hay un montón de piedras: un pastor que durmió allí despertó loco. A los pocos días lo mismo ocurrió a otro. Y después a otro. Ya no hubo dudas: lo que pasaba era que las hadas robaban las almas a los dormidos dejándoles solamente sus ensueños. Cuando despertaban, los empobrecidos pastores no podían pensar ni hablar sino con los pocos ensueños que les quedaban en la cabeza..."

Por unos días las hadas de aquella historia no fueron de Irlanda sino de Granada, y los hombres de Sligo, de Dílar. Los pobres ingenuos que intentaron apropiarse de los tesoros de antiguos guerreros encantados acabaron vagando, errantes y perdidos, por los Alayos de Dílar bajo la sombra del Trevenque y la mirada del Veleta.

La Boca del Río Dílar, paso natural a los Alayos, entre el Faufín y Los Picachos.


lunes, 2 de noviembre de 2015

El Día de las Ánimas

La Víspera de las Ánimas traía consigo un sinfín de luceros nocturnos que paseaban bajo la luz de la luna tomando caprichosas formas. Al despuntar el Día de los Santos, aquellas motas brillantes se relajaban en las sombras que iba dejando el sol de la mañana. Una noche más, vagaban por caminos y bosques, visitando ruinas abandonadas y lugares sagrados.

Dicen que éstas luces tenían nombres, y que abandonaban el mundo de los vivos cuando caía el atardecer del Día de los Difuntos. No volvían solas. En sus brazos portaban nuevas estrellas, que elevaban consigo a lo más alto del cielo para añadirlas al collar de perlas brillantes que cada noche domina el firmamento. 

"Porque los hombres fueron engendrados con esta ley, y deben cuidar de este globo que ves en el centro de este templo y se llama la Tierra, y se les dio el alma sacada de aquellos fuegos eternos que llamamos constelaciones y estrellas, que en forma de globos redondos, animados por mentes divinas, recorren con admirable celeridad sus órbitas circulares..." (Cicerón - El Sueño de Escipión, en su De Repubica VI,15)

Pintura del granadino Luis Ricardo Falero, Estrellas Gemelas (París, 1881). - Metropolitan Museum NY.

Pescar en el cielo

''Después de admirar el paisaje, cuando el sol hacía imposible nuestra permanencia en aquel lugar, nos disponíamos a descender; observamos, con gran sorpresa, que en una de las torres de la Alhambra dos o tres muchachos agitaban largas cañas, como si quisieran pescar en el aire, [...]

¿Qué mejor pasatiempo que el de cazarlas por medio de anzuelos encebados con apetitosas carnadas?
¡Pescar en el cielo! He aquí el grato y productivo deporte inventado por los habitantes de la Alhambra.''

Ésto lo escribía Washington Irving en su cuento El Palacio de la Alhambra, una tarde de 1829 en la que el paso del día a la noche confundía los ojos de un romántico en un lugar mágico, poblado por seres encantados.

Que sepamos, ningún artista de su época - y ni anterior ni posterior-, ningún escritor, pintor, poeta, fotógrafo o ilustrador, nos ha dejado un testimonio similar de esta imagen tan poética. El genio de la Alhambra es caprichoso en días como éste.



La historia real es la de unos pescadores de golondrinas que, con cebo de mosca, esperaban pacientemente en las adarves almenados de la Alhambra.

Fragmento completo de la versión original:

Before concluding these remarks, I must mention one of the amusements of the place which has particularly struck me. I had repeatedly observed a long lean fellow perched on the top of one of the towers, manoeuvring two or three fishing-rods, as though he were angling for the stars. I was for some time perplexed by the evolutions of this aerial fisherman, and my perplexity increased on observing others employed in like manner on different parts of the battlements and bastions; it was not until I consulted Mateo Ximenes, that I solved the mystery.

It seems that the pure and airy situation of this fortress has rendered it, like the castle of Macbeth, a prolific breeding-place for swallows and martlets, who sport about its towers in myriads, with the holiday glee of urchins just let loose from school. To entrap these birds in their giddy circlings, with hooks baited with flies, is one of the favorite amusements of the ragged “sons of the Alhambra,” who, with the good-for-nothing ingenuity of arrant idlers, have thus invented the art of angling in the sky.

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El Golem I

EL GOLEM I

Ahora en serio: el Golem. El golem es la muerte de Dios. Y eso no importa, también es la muerte de la muerte; es la muerte de Prometeo: el dios humano; el fin del azar y el fin del azar es el final del amor: no hay nada más aleatorio que la gota de semen que cae; el golem es el fin del infinito. Es el ser más terrible que haya existido nunca, y por suerte, las veces que lo ha hecho ha sido vencido, ¿como un ser tan poderoso ha podido ser derrotado?

Y en Granada...

En Granada y en otras ciudades mágicas, donde el teatro de la vida se interpreta mejor: tiene mejores actores, mejor escenario y los sentimientos mueven más átomos y células que en otros sitios. Allí, aquí en esta ciudad, en las callejuelas y adarves de su judería hubo una noche el la que el Autómata caminó entre nosotros. El poder de la letra y la hibris de aquellos humanos que conocen lo que no debe de ser conocido lo convocó de entre los anhelos del hombre: ¡Quien lo diría! Son tantas las pesadillas y los terrores que mueren al alba, tantas las miserias que el tiempo apacigua...Y tuvo que ser un anhelo el que estuvo a punto de acabar con la vida.

Llegó desde oriente, oculto en un libro, como lo hacen los auténticos demonios, un libro que fue guardado durante mucho tiempo en las mazmorras que hoy día podemos ver en lo alto de la colina del Mauror...

El Golem

''Y finalmente el Golem fue vencido, la chispa vital que refulgía en sus ojos tallados en la dura piedra desapareció y por toda la judería granadina se escucharon los nombres malditos de todos aquellos que algún día habían intentado convocar al Golem sin lograrlo...

-Joven Saúl, ahora la estatua quedará bajo tu custodia, dijo el extranjero que le había ayudado a vencer al autómata.

-Yo condeno a ese trozo de piedra a dar la vida que un día creyó poder arrogarse en contra de las leyes de Dios, contestó.''



Las fotos son de las fuentes que hay en el convento de San Francisco, actual Parador Nacional.

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