lunes, 30 de septiembre de 2019

Dos brujas en Diezma

"En Diezma, nido de águilas quemado por el sol, se detuvo varias veces el calesero, por causa del cansancio de sus queridos mulos 'Bandolero' y 'Comisario'. Nos quedamos encantados, pues contemplamos un espectáculo de los más pintorescos: en el patio de una casa medio en ruinas, sombreada por un gigantesco parral, se encontraba sentada con un pandero en sus manos una joven gitana de gran belleza. Su madre, o mejor su abuela, de pie tras ella, pasaba un viejo peine, al que faltaban algunas púas, por sus largos cabellos de un negro azulado como ala de cuervo. Un gato y una urraca, animales apreciados por los brujos, parecían charlar amistosamente en el alfeizar de una ventana, mientras que un gran lebrel cuyas enderezadas orejas parecían dos cuernos, miraba a las gitanas con aire diabólico. 'Date prisa', dije a Doré, 'de bosquejar esta escena, pues las brujas van a cabalgar en su escoba y partir al Sábado.' Y discretamente, al abrigo de un laurel, hizo de ella en algunos minutos un croquis encantador."

Charles Davillier sobre su viaje, junto con Gustave Doré, por España, en 1862.



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