viernes, 17 de marzo de 2017

¡Feliz día de San Patricio!

En Granáh es una tradición que llevamos celebrándola desde el Siglo de Oro. Tal día como hoy, en 1880 Muñoz Degraín brindó en una taberna cualquiera de Calle Elvira, encajonada en una casa morisca y abarrotada de irlandeses. De lo que vió, su cuadro es suficientemente expresivo:


domingo, 12 de marzo de 2017

La Casa de los Mascarones

Las cabezas monstruosas que colgaban de la fachada debían servir de aviso para todo aquel que se aproximara: eran los guardianes de un paraíso cerrado para muchos; de un jardín abierto a pocos. 
Titanes que sujetan la bóveda celeste sobre sus hombros. El sueño de un místico que quiso vivir en el Edén del Profeta cuando ya se había apagado el canto del último almuédano de Granada y discutir sobre Teología y Filosofía como un Epicuro sin las rigideces que imponen la negra sotana que viste. Quiso transcribir en la piedra los versos que escribió sobre los amores de Adonis y Venus.





lunes, 6 de marzo de 2017

El dios Airón (II)

Un desfile de sombras recortadas por el fuego se retorcían, de uno a otro lado, al son de cítaras, aulos y gemidos cada vez más intensos. En aquel salón, levantado según unos orientales les habían indicado, danzaban y bebían llenos de regocijo los elegidos por la Triple Diosa en la más profunda intimidad. Estaban de celebración. Tres nuevas jóvenes habían sido aceptadas por Deméter, la Dea Mater, que presidía la sala en forma humana ataviada con el largo vestido de los íberos, tocado desde lo alto de la cabeza a los pies con gran colorido, plagado de collares de oro repletos de medallones, recordando a aquella Madre que preside el altar más sagrado de Éfeso. Con ojos terribles y mirada hierática ella sonreía mientras se tambaleaban sus adoradores con movimientos cada vez más violentos. Pronto afloraría la naturaleza más salvaje y fiera del hombre. Al son del fuego aquella corte de ménades y sátiros empezaron a quebrar las ánforas de oriente, y los vasos comenzaban a volar sin apenas haber tocado el dulce vino tracio mezclado con aquella miel ática.

De súbito, a un gesto de la sacerdotisa las antorchas se apagaron y aquella noche de luna nueva sumió al séquito de bacantes en la más profunda oscuridad. Una lucerna se iluminó al fondo del patio, y titileante se dirigió hacia la boca del túnel que se abría en su extremo. Los manes de terracota parecieron girar sus ojos, y sólo protegidos con pieles de leopardo aquellos seres poseídos por daimones alzaron sus manos y portaron consigo las copas más preciadas. Descendieron a los pies del recinto sagrado hasta que una forma con apariencia de bestia les detuvo. Dos poderosos cuernos revelaban que era él, Término, Acheloo, el dios padre con forma humana, al que algunos griegos luego llamaron Gerión en Iberia. A sus pies había una grieta, y todos sabían lo que debían hacer. La vajilla ritual, traida de Eubea y Delfos, debía ser enterrada para sellar el lugar y aplacar al genio de Ilturir. Como relámpagos cayeron las copas al unísono, y la figura desapareció. Un temblor selló la brecha. El séquito, tras recuperar el aliento, volvió a recuperar el ánimo y el aedo, con un canto en la lengua de los iliberritanos, se adelantó para presidir la comitiva. Y así, cruzando el río sagrado que separaba la ciudad de los vivos y de los muertos, dirigió sus pasos hacia el bosque sagrado que lúgubre se levantaba frente a la ciudad de Ilíberis, la de ocres muros.

Justo a las puertas del nuevo milenio, en 1999, los arqueólogos hallaron en la calle Zacatín los restos mudos de aquel ritual sobrecogedor. Cerámicas áticas de barniz negro y figuras rojas, vidrios de lujo, entregados a una divinidad desconocida en una ceremonia olvidada. El sello había sido roto después de dos milenios, pero el espíritu que los recibió llevaba ya siglos despierto, en silencio, pese a que su cuidad haya mudado de nombre pero no de símbolo. La granada, como bien sabían los investigadores del equipo que envió la universidad, era uno de los atributos de Perséfone y Plutón, señor de los infiernos. La cara deforme y monstruosa que hallaron en una de aquellas copas era su atributo más arcaico, más primitivo y también el símbolo de aquella Ilíberis o Iliberri que hoy es Granada.


Artículo sobre el depósito de Calle Zacatín: http://ler.letras.up.pt/uploads/ficheiros/14357.pdf 

Una de las copas halladas en el depósito de Calle Zacatín (p. 33 del artículo)
 Una de las monedas de la ceca ibérica de Ilturir/Iliberis/Iliberri (Granada)